Luz Calleja de Castro
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Abro el cuaderno por una página rasgada, ¿hasta dónde he llegado? ruido de pisadas-silencios. Lugares. Vagar despacio, errar. Oscilación de un olvido a otro olvido. Ni tú ni yo podemos acertar este acertijo, errar. Transmutarse, agarrada a la cámara-ciclope. Detenerse y girar sobre un eje vertical, abriendo los ojos de par en par imposible abarcar tanta belleza. Abajo-arriba-abajo. Tomar prestado un trozo del universo-lugar y convertirlo en imagen. Presente-continuo. Anhelo de serenidad, el vaivén de la mirada es el vaivén de la vida. Hasta que la luz se apague. Sentirse insignificante en el universo. Fotografiar esperando transformar los lugares en visiones imaginables. Mirada de aprendizaje, no de invención. Los ojos y el ser se extienden a través de la cámara, me une y a la vez me distancia del mundo sensible. Monólogo interior. Diálogo, hacia fuera, esperando que alguien nos escuche-vea a través de nuestras fotografías. Las emociones se agolpan alrededor de este medio, intermediario-perceptivo para aprehender el universo y organizarlo dentro de nuestro propio mundo. Los ojos rebosando insectos, tierra, agua, llenos de colores. Serán recuerdo. Balanceo suave. Contar hacia delante. Contar hacia atrás. Hacer o deshacer. Andar o desandar. Construir o destruir. Por mi sendero incierto, sola camino lentamente o trotando. Me paro, no moverse no moverse. Sólo mirar. Los paisajes tienen un efecto hipnótico, anestesia dulce para mi mente. Después, en el calor de mi refugio, volveré a descubrir el lugar transitado, mirado por tantos ojos, también por los míos, tal vez por los de otros.