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David Santaolalla, «CEBOLLEDO»

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Al final del día, David Santaolalla llega a casa tras una larga y dura jornada de trabajo. Cae la noche, el gris oficinista se convierte en Cebolledo y aparece la magia. Como un moderno aprendiz de brujo, Cebolledo mueve las manos al compás de la música. De los cajones salen extraños animales, fauna vegetal y nuevas especies. Surgen de los rincones personajes escondidos, algunos con nombre, algunos peligrosos.

Nada es lo que parece.

Como los juguetes del cuento del Cascanueces y el ballet de Tchaikovsky, los objetos cobran vida mientras los habitantes duermen. Un pequeño ejército dispuesto a enfrentarse al rey de los ratones. Pero aquí no hay ratones ni nadie con quién pelear.

Entonces Cebolledo se retira rápidamente a su habitación. Pero vuelve armado con trípode, cámara y una tarjeta SD de ocho gigas. Apostado entre las sombras, dispara. Dispara una y otra vez en este safari improvisado. Encuadra, enfoca, expone y dispara. Uno a uno van cayendo. Personas, animales y cosas: un piano de lápices, una bomba de relojería, una cuchara con música.

Pareidolias y trampantojos campando a sus anchas al abrigo de la oscuridad y la noche. El cazador silencioso aguanta la respiración esperando el momento decisivo. Cualquier pequeño error puede echar a perder la caza.

Por la mañana, el oficinista desayuna, aún medio dormido, escuchando las noticias. ¿Dónde han ido todos aquellos bichos? ¿Dónde están los personajes? ¿Qué fue de Cebolledo? ¿Fue realidad, o sólo un sueño? No sé, tal vez nunca lo sabremos. Tan sólo nos queda un puñado de fotografías.

 

 

 

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cebolledo.wordpress.com

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