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Franklin Fernández

Venezuela, 1973.

"Tal vez sea una ironía, o tal vez un estigma, pero no deja de ser curioso cómo un nombre, Franklin, arrastra a quien lo lleva a centrar su interés en la energía, y es que ya Benjamín, su predecesor, dedicó sus esfuerzos a crear un objeto, capaz de neutralizar una fuerza de la naturaleza cómo el rayo. Fernández sin embargo, ha centrado su trabajo en la creación de unos objetos que no buscan tanto neutralizar cómo canalizar una energía que se desborda en cada una de sus intervenciones. Están ahí el fulgor y el destello de una mirada que rebosa electricidad. Son objetos cargados de una inusitada fuerza poética, en las exposiciones deberían llevar una cartela cómo las que se colocan en las torres eléctricas que advierta al público "no tocar, peligro de muerte”.

                                                                             

Chema Madoz. 

Franklin Fernández lidia con un truco entre los lenguajes plástico y verbal. No me parece acertado el término poema-objeto -que no está dado por él, pero que lo acepta-, una vez que el poema en si es también un objeto, aunque su tridimensionalidad se dé en otra perspectiva. Esclarecido este aspecto, Fernández opera con un sentido mágico impresionante -y aquí también se podría recordar al argentino León Ferrari- en el emparejamiento de dos realidades distintas, que hasta entonces no se conocían, manipulándolas con la ambigüedad que requieren. No se trata propiamente de materializar el verbo, pues el verbo en si siempre supo muy bien cómo hacerse materia. Ha sido excesiva la forma en que el arte se apoya en lo conceptual, buscando ajustarse a él, cuando debería ser lo contrario. El encantamiento que resulta de ese otro objeto parido por la percepción aguda de Franklin Fernández por suerte está por encima de ese vicio conceptual que tanto ha debilitado el arte contemporáneo. Se  verifica allí la presencia de un humor cortante, y cierta sátira de las disfunciones a que están sujetos los objetos de lo cotidiano. Por el impacto que crean en una primera mirada, tales objetos poéticos pertenecen a una misma familia donde encontramos nombres como los de André Bretón, Joan Brossa y Nicanor Parra, aspecto este que da al artista una responsabilidad mayor: la de lidiar con el ajuste de cuentas entre vanguardia y tradición, de manera que evita lo precario de la retórica o la mera dilución. Y esto él lo hace con maestría.

 Floriano Martins. Poeta brasileño.

 

Nuevos trabajos de Franklin Fernández en el programa de RTVE La Aventura del Saber, Junio 2022.

Franklin Fernández nos ofrece una selección de sus poemas-objeto que ha venido trabajando desde el año 1998. Desde entonces, ha escogido el objeto como vehículo central de su creación plástica y literaria. Son verdaderas metáforas visuales que proponen uniones posibles o imposibles; juegos de imágenes, palabras y conceptos, que tienen que ver con figuras retóricas muy utilizadas por los poetas y que nos asombran por su simpleza. Disuelve su discurso con figuras y tropos de honda relación con el lenguaje: analogías, metonimias, paradojas, alegorías, metáforas, en fin. Estos objetos exponen una realidad crítica desde el horizonte de la poesía visual y objetual, que son ricas por naturaleza. Dentro de esa ambigüedad o ambivalencia aparentemente incompatible, Fernández dota a sus objetos de un carácter particular. Así, por ejemplo, cuando hace uso de un ratón Mickey y una pequeña trampa de madera, y lo titula “Disney” (2002), nos damos cuenta del poder seductivo existente entre ambos elementos, cuyo fin es certero: la trampa del juego. O cuando utiliza un conjunto de monedas de diferentes denominaciones que terminan en tapas de sal, y cuyo título es “Salario” (2014); lo asociamos de inmediato al esfuerzo económico obtenido por nuestra faena: la paga del sueldo que se nos disuelve en la nada. O aquella obra titulada “Chupón” (1998), cuya mamila es un anzuelo. En sus obras entramos al juego de la ironía, la incitación y la seducción. El trabajo de Franklin está impregnado además de una combinación de tendencias. No es difícil observar características del surrealismo, del minimalismo y del arte conceptual. Es decir, hunde sus raíces creativas en las vanguardias del siglo XX, y cuyo trabajo emparentamos a los de Joan Brossa, Chema Madoz y Nicanor Parra. Creadores que han moldeado su forma de ver y de ser. No en vano, en el proceso de producción de su amplia obra, Fernández se ha nutrido del trabajo de campo, la investigación, la crítica literaria, el periodismo, la reflexión (es un excelente creador de aforismos), la educación pedagógica, la edición y diagramación de libros, la fotografía, los talleres comunitarios, en fin, un hombre orquesta que ha ampliado cada vez más la complicidad con el espectador en el proceso de producción de su obra: “El poeta-artista, es aquel que toma toda la información y la reúne, le da sentido y la dota de una mayor uniformidad. Busca un contrapunto entre la esencia de las cosas y sus significados latentes. Él ofrece al espectador un juego de percepción poética y, en ese sentido, requiere su colaboración activa. La idea es que el espectador se encuentre representado en la obra de alguna manera, sea seducido por esta percepción, y que se sienta atravesado por el destello de su propia inteligencia, agudeza y sensibilidad. Doy algunos indicios del pensamiento a su pensamiento. Y si el pensamiento es mutuo, se pueden lograr y juntar las mismas ideas con mayor naturalidad. El logro, en ese sentido, es de ambos”.

 

Carlos Yusti

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